Horas felices

Cuando puedo ir al Mercado del Progreso, en Primera Junta-Caballito, sé que de ahí en más, todo será un desafío. Limpiar las verduras, pensar en qué cosa rica volver a preparar o por dónde dejarse volar e innovar algún plato.

Este fin de semana, muy pero muy lejos del teléfono del delivery, hice una tarta integral de espárragos y un risotto de abas. Quedaron tan ricos los dos y fueron hechos y deleitados con amor, ambas cosas raramente superables. A veces acompañada por Iván, que batió el huevo con el que pinceló la tarta y pegó las semillas de girasol. Su pedido de "Más pistachitos", o parte de su post baño (se queda mucho en la bañera después del bañito propiamente dicho), monitoreado por Albert, mientras mamá cocinaba.

Fue un fin de semana así, sabroso, natural, pero fuerte en sus cimientos, con su plaza de triciclo y hamaca y su viernes de cumpleaños de primo Joaquín y empanadas en lo de la abuela Daisy. Y en medio de todo esto, prescindimos de unos cuántos pañales y anduvo todito él con sus calzoncillos, tratando de adivinar cuándo era el momento adecuado para visitar al amigo gato amarillo (la pelela), inducido por Al y por mí. Limpiamos pis, pero creemos que estamos empezando el recorrido para decirle adiós al pañal. Y así fue este fin de semana: completo y bien ejercido.

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