Cambio de horario



Los verdes de los semáforos iban ganando velocidad en el taxi y yo pensaba en la teta por Ipod con Manuelita que le tuvimos que cambiar a Iván justo antes de dejar casa.
La madrugada no tiene corazón, cantaba Sabina y visto desde este otro lado, puedo (también) confirmarlo.

Tengo ganas de quedarme tirada con él por horas, de jugar y dejarnos llevar y olvidarme de todo lo demás: el trabajo acá, el trabajo en casa, los trámites, los pagos, las llamadas, la gente evitable y las gestiones.

El domingo en el zoo, por cierto, será como esas fotos en el alma que no se van.



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