Amarillo

El martes podría ser amarillo. También el 6. Y en cambio no lo serían los tigres azules prohijados por Borges.

El borde de algunas figuras, el costado inequívoco de tus pestañas miradas a contraluz. Amarillo es el pasado, pero el de buen sabor de boca, no el tormentoso, ni el nostálgico, que es de un azul profundo.

El sol de los dibujos de los nenes, porque el de arriba es sólo brillo, a veces. Y sólo calor, a veces.
Amarilla es la hora quieta de un domingo de verano, las 3 de la tarde en una calle de arrabal en Buenos Aires.

Los profusos pasadizos que me recorren no son amarillos, pero sí algunos de sus vericuetos. El pedazo de vida que me espera es, por momentos, sospechosamente amarillo.

Tus inquietudes, de puro resplandor, se ven amarillas y radiantes.

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