Los hermanos y las lágrimas

 



Le caían las lágrimas solas, unas sobre otras, incesantes, en el metro semipoblado.

Se preguntaba cuándo volvería a ver a su hermano. Con ese grado de pregunta, que es más angustia que duda. Quién sabe. Un doble abrazo atravesado por lágrimas había albergado aquella esquina de Madrid, una esquina cualquiera, un punto más en el mapa. Sólo que no. Diferenciada, de ahora en adelante, por haber sellado aquella despedida.

Una hermandad difícil, a veces errante por tramos de su historia. Pero una hermandad a la que este momento preciso de su vida, en esta estación que ya se esfuma, sentía aferrarse a la sangre y devenir lágrima incesante. Noción de gen hecha víscera.

Pero para entonces, ya debió secarse la cara, disimular el gesto y disponerse a abandonar el metro.


Príncipe de Vergara a Puerta de Arganda, 9 de junio del 23.

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