Esquinas

 No sabía cómo (y apenas sospechaba el por qué) habia llegado hasta aquella esquina. Un peculiar humo invisible pero innegable, le penetraba las fosas nasales hasta sacudir el frontal, justo ahí donde la memoria y el instante se unen en orgásmica conjunción.

Y es que hay esquinas que duelen como dagas. Hay otras que apenas son un punto en el mapa, la mayoría, porque de lo contrario sería insostenible la situación. Más aún de lo que ya es, con esas que te roban un pedazo tuyo y se lo quedan entre adoquines y carteles y humo y árboles, a destajo.


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