Quietud

 



Sin entrar apenas, parada al otro lado de la puerta, mira la escena, incrédula, casi ausente. ¿Cuántas horas y destellos de amaneceres volaron cielos desde la última vez? Esquivo devenir que sustrajo ojos y ofreció miradas (tan nuevas como huecas) para devolver otra vez la nada, esa nada hecha de vacío, de insufrible espamo y de larga pena.

¿Por qué te quedas ahí? Parada, inmóvil, detenida. Imposibilitada de toda acción, eligiendo la omisión, el andén, la observación, la sola idea (que nadie elige).

De infinitos circuitos, hay uno que es sutil, caprichoso. Uno solo que es egoísta, ubicuo, maldiciente. Imposiblemente bello. Y te elige, sin magia ni lógica ni querer.

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