A casa
Hace un año, con una lluvia torrencial y el corazón acelerado, traíamos a Iván a casa, a nuestra casa, a su casa. Una semana después de haber nacido y previo paso por neonatología para controlar las consecuencias de la ingesta de meconio en su organismo chiquito. Iván-recién nacido, fuerte desde la génesis, superó como un león lo que para nosotros fue el susto y la angustia más grandes de nuestras vidas.
Y desde hace un año, con la bienvenida de Bauch incluida (observándolo asomado al catre, con un ladrido entre tímido e interrogante), nuestro bebe puebla la casa con su presencia incontrastable.
Así fue como tras siete días de neo, de caricias trasincubadora, de oxígenos artificiales, de tubitos, ruidos, enfermeras, lactarios, médicos, delantales, lavado de manos y brazos, de primer cambio de pañal (con todo aquel óleo embadurnándolo!), de primera teta, celebrada por todo el cuerpo de enfermeras presentes (el inolvidable 5 de febrero), de la abuela y bisabuela que lo coniceron el 4. Tras todo eso, irreduciblemente nuestro, por fin llegamos los tres a casa.
Y desde hace un año, con la bienvenida de Bauch incluida (observándolo asomado al catre, con un ladrido entre tímido e interrogante), nuestro bebe puebla la casa con su presencia incontrastable.
Así fue como tras siete días de neo, de caricias trasincubadora, de oxígenos artificiales, de tubitos, ruidos, enfermeras, lactarios, médicos, delantales, lavado de manos y brazos, de primer cambio de pañal (con todo aquel óleo embadurnándolo!), de primera teta, celebrada por todo el cuerpo de enfermeras presentes (el inolvidable 5 de febrero), de la abuela y bisabuela que lo coniceron el 4. Tras todo eso, irreduciblemente nuestro, por fin llegamos los tres a casa.
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