(Mini) relatos
La vio pararse ahí, tan lejos y tan nítida en la pupila. Alta, un tanto desgarbada y con ese aire de despiste y renuncia que hace que todos los males sean menores y cada triunfo, un festejo.
Cuando lo miraba entendía tantas cosas. Delirios de lucidez que subían por las sienes y mancillaban una que otra media idea, para hacerse un lugar. Y ahí se depositaban, pero no como sedimentos de lodo, sino como movimientos irreverentes, pulsiones sincopadas. Intrépidos pensamientos.
--Qué vuelvan las horas de reloj quieto y los párrafos agraciados.
Sabía que esos pies de huella errante eran el principio de su fin.
Cuando lo miraba entendía tantas cosas. Delirios de lucidez que subían por las sienes y mancillaban una que otra media idea, para hacerse un lugar. Y ahí se depositaban, pero no como sedimentos de lodo, sino como movimientos irreverentes, pulsiones sincopadas. Intrépidos pensamientos.
--Qué vuelvan las horas de reloj quieto y los párrafos agraciados.
Sabía que esos pies de huella errante eran el principio de su fin.
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