Noche de sábado
Buenos Aires fresquita, tímidamente iluminada, cruzada por volantes de obras de teatro, por señoras emperifoliadas y señores de perfume y elegante sport. Con bares que invitan a sentarse, a resguardarse y a hablar sin mirar el reloj. La noche huele a Corrientes y Corrientes huele a noche.
Cenar en una mesita para dos, mirándonos a los ojos y elogiando al cocinero. Espiando el frío en el vaivén de unas hojas verdes, al otro lado del vidrio. Acariciarnos las manos y festejar que sea noche, que sea sábado, que estemos así.
Sacristán y Alterio arriba, interpretando la vida desde los últimos peldaños, detrás de enfermedades de muerte. La escenografía discreta, los textos exactos. Y las cabezas girando y los corazones palpitando. Los nuestros, desde el centro de la fila tres. Y desde ahí, a miles de kilómetros, en la Madrid aquélla, en esa charla con Papá, en un abrazo apretado, en las cartas, los días, en la emoción suspendida un instante antes de la palabra que la recorre, la envuelve y la escupe para convertirse en aire o en aplauso.
Cenar en una mesita para dos, mirándonos a los ojos y elogiando al cocinero. Espiando el frío en el vaivén de unas hojas verdes, al otro lado del vidrio. Acariciarnos las manos y festejar que sea noche, que sea sábado, que estemos así.
Sacristán y Alterio arriba, interpretando la vida desde los últimos peldaños, detrás de enfermedades de muerte. La escenografía discreta, los textos exactos. Y las cabezas girando y los corazones palpitando. Los nuestros, desde el centro de la fila tres. Y desde ahí, a miles de kilómetros, en la Madrid aquélla, en esa charla con Papá, en un abrazo apretado, en las cartas, los días, en la emoción suspendida un instante antes de la palabra que la recorre, la envuelve y la escupe para convertirse en aire o en aplauso.
Comentarios
El relato, el recuerdo, la emoción, hermoso.
Gracias, un besito!