Los días felices
El azul del cielo era un regalo, aunque menor frente al verde de calma y furia del Atlántico Norte. Siempre en movimiento entre transparencias y fondos revueltos por culpa del Levante. Salado hasta la saciedad y necesariamente fresco.
Todas las risas, los atardeceres de cielo de fuego, los sueños, los abrazos, todo eso me lo quedo yo.
Todas las risas, los atardeceres de cielo de fuego, los sueños, los abrazos, todo eso me lo quedo yo.
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