Crece, crece

Cómo crece mi chiquitito. Tan sabio y tan rebelde, tierno y sagaz, que me conmueve y me lleva y me trae y me hace empezar a sospechar que el tiempo lo acaparó todo para él.

Algunas de las cosas que ya son historia: la sillita del auto, la sillita de comer (hace siglos que no la usa para comer y ya tampoco para "hacer arte", pero a pesar de los gruñidos de las madres fundamentalistas de la crianza con apego, debo confesar que la usamos sólo en ocasión de desborde. "Vas un rato a la silla para tranquilizarte y pensar", sería más o menos así la síntesis racional de su función. Las quedadas a dormir en casa de su abuela, en compañía de los primos, todos varones y todos mayores: un antes y un después. Los juegos post dibujo/serie/peli, igual que hacía yo. Iván imita las voces y acciones de los protagonistas que lo cautivaron minutos atrás. Lo mejor, cuando hago yo la interpretación y él me devuelve con su expresión de carita de sol: "Me mata...!", dice, aprovando mi performance.

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