Mi abuela
La mente y sus caminos paralelos, los recuerdos reales y los proyectados. El paso del tiempo con su implacable sello. Y sin embargo, la entereza. Y sin embargo, la postura. En sus huesos y con una fragilidad estoica, mi abuela enfrenta este momento en un lugar nuevo, rodeada de ancianos, sentada en un jardín compartido y dice cosas como éstas:
--Negrita linda! A qué no te esperabas venir a visitar a tu abuela al asilo?
--... (rompo en llanto)
--Nooo!!! No llores, esto es lo que es pero no hay que llorar, Chechuna.
Ella consolando a uno. Ella sosteniendo. Mal o bien, pero haciéndose cargo. Tomando postura, Poniéndole el pecho, el hombro, lo que sea. Ahora que apenas puede sostenerse. Ahora que dar un paso es un regalo. Siempre alentando y protegiendo. Como cuando era chiquitita después de un golpe, o adolescente angustiada de mal amor, o ayer nomás, cuando nació Iván y pasó su primera semana en la neo. A su manera, a veces exageradamente pero siempre dando con todo su ser.
--Ustedes no se hagan demasiado... yo voy a estar hasta que tenga ganas y después, chau.--Despacha con claridad de sabio.
Se la ve reconfortada con nosotros y recita poemas de su más tierna juventud, sin saltarse una coma, nos mira a los ojos a cada uno con una profundidad de tiempo y nos habla despacito, pausado, casi con su último aliento.
--Negrita linda! A qué no te esperabas venir a visitar a tu abuela al asilo?
--... (rompo en llanto)
--Nooo!!! No llores, esto es lo que es pero no hay que llorar, Chechuna.
Ella consolando a uno. Ella sosteniendo. Mal o bien, pero haciéndose cargo. Tomando postura, Poniéndole el pecho, el hombro, lo que sea. Ahora que apenas puede sostenerse. Ahora que dar un paso es un regalo. Siempre alentando y protegiendo. Como cuando era chiquitita después de un golpe, o adolescente angustiada de mal amor, o ayer nomás, cuando nació Iván y pasó su primera semana en la neo. A su manera, a veces exageradamente pero siempre dando con todo su ser.
--Ustedes no se hagan demasiado... yo voy a estar hasta que tenga ganas y después, chau.--Despacha con claridad de sabio.
Se la ve reconfortada con nosotros y recita poemas de su más tierna juventud, sin saltarse una coma, nos mira a los ojos a cada uno con una profundidad de tiempo y nos habla despacito, pausado, casi con su último aliento.
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