Domingo campestre

Sabias palabras las del otrora flaco e inspirado Charly, que rezaban "Me voy al campo a descansar...". Ayer nos pegamos un lindo circuito que incluyó parrilla rutera en Cañuelas, ya de vuelta al terruño asfáltico porteño, rondas por Lobos y su laguna y casi General Las Heras (esos accesos de tierra, oh de nuestro sensible cubre-carter!). Total, que Iván y Bauch disfrutaron como locos del pasto regado con hojas doradas de un incipiente otoño y agua próxima, aunque de cristalina tuviera poco o nada, la laguna de la lobería. Muchos pescadores, olor a asadito, familias compartiendo mates y un sol que atraía y derramaba luz bonita para el alma. "Acá hay muchas vacas, tiene que haber buenas parrillas", coligió no sin principio de razón Albert y en la ruta, nos dejamos tentar por un señor con aspecto gauchesco que, al movimiento insinuante del brazo y su prolongación convertido en trapo, nos ofrecía pasar. Cuando les dijimos que no comíamos achuras, ni morcilla nos miraron casi más raro que cuando les pedimos una mesa afuera porque íbamos con Bauch... Nos sirvieron una ración de vacío que a pesar de las constantes masticadas, se dejaba ir más o menos amenamente (por mi parte, gracias a la ayuda de Bauch, todo hay que decirlo). Antes, la empanadita semi dulce y muy frita de entrada fue tan prometedora como insalubre, pero pasa como ciertas películas: un comienzo promisorio y un franco deterioro en el devenir... (Cualquier semejanza con la vida real es pura coincidencia). En fin, fue un bello domingo de familia.

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